¿Tulipanes?

13.12.2024

   Buenos días, buenas tardes o buenas noches, depende de vuestra lectura. Hoy he colgado una fotografía en la sección de Fotografía con edición ligera titulada "¿Tulipanes?". La hago con interrogación porque cuando la hice la primera impresión fue de un tulipán, aunque sabía fehacientemente que no eran, porque eran una florecitas diminutas de una planta que había en los maceteros de un restaurante de mi pueblo. Y tiene su historia, las fotos nacen de un instante.

   "Uno de esos fines de semana sin nombre ni pena que se tragan los almanaques como un sapo enorme y hueco, subimos al pueblo, a Pozo Alcón. Había niebla baja  y el olor de los olivares mojados se pegaba al aire como un susurro viejo. Llegamos tarde, como siempre, porque la carretera parece alargarse cuando uno vuelve a los sitios donde nunca pasan cosas nuevas.

    Era uno de esos viajes rutinarios, sin más sobresaltos que el ruido del motor y los cambios bruscos de paisaje, hasta que mi mujer recibió un mensaje en el teléfono. Era su hermano Paco, que venía de paso con su amiga Raquel. "Dice que van hacia Cazorla y que tienen que pasar por aquí", me dijo con un tono de sorpresa mal disimulada. La frase quedó suspendida en el coche como un globo pinchado. Mi mujer no dijo nada más, pero yo, que llevo ya demasiados años descifrando silencios, entendí que aquello tenía miga. No había hablado mucho de Raquel, una muchacha que conocíamos y que al parecer había aparecido en su vida como una sombra que crece de noche, sin explicaciones ni cartas de presentación. La relación era un rumor a medias, una sospecha con pies de barro.

   Quedamos en el paraje del Pantano de la Bolera, un rincón donde el agua parece detenerse a pensar antes de seguir su curso. Las montañas cercanas, con sus rocas grises y sus pinos erguidos como soldados, dibujaban un paisaje solemne, casi litúrgico. Nos encontramos con ellos, donde el aire huele a barro y los patos flotan con la indiferencia de quien no espera nada de nadie. Bajaron del coche con esa actitud despreocupada que tienen las parejas recientes, como si la vida se hubiese inventado solo para ellos. El hermano de mi mujer llevaba una chaqueta que le quedaba un poco grande, y Raquel, una chica morena con una risa nerviosa, evitó mirarnos a los ojos demasiado rato. Había algo elíptico en su forma de comportarse, como si llevara un secreto a cuestas que le doblaba los hombros.

   Decidimos dar un paseo. Caminamos por un sendero que bordeaba el pantano, mientras la conversación avanzaba a trompicones, como un riachuelo que se tropieza con las piedras. Mi mujer, que nunca ha sido buena para disimular, lanzaba preguntas como quien lanza una red al agua: "¿Y qué tal por Granada?", "¿Habéis estado mucho tiempo por allá?". Ellos contestaban con monosílabos, como si temieran que las palabras pudieran desbordar algo que no querían mostrar. Yo me mantenía al margen, observando los gestos, las miradas furtivas, los silencios que pesaban más que las palabras.

   Al terminar el paseo, paramos en un bar restaurante junto al pantano. Era un lugar sencillo, con mesas de madera y una terraza que miraba al agua. Pedimos café y nos sentamos, dejando que el sol de la tarde nos acariciara la piel. Mientras ellos hablaban de cosas triviales, mi atención se desvió hacia unas florecitas pequeñas que crecían en el macetero del restaurante con vistas al pantano. Eran diminutas, pero de una belleza delicada, como tulipanes en miniatura. No pude resistirme. Saqué mi teléfono y les hice una foto en modo macro, capturando cada detalle de sus pétalos como si fueran el centro de un universo diminuto.

    Cuando finalmente nos despedimos, quedó una sensación de algo a medio digerir, como un libro al que le faltan páginas o una película que acaba antes de tiempo. "¿Qué te ha parecido?", me preguntó mi mujer mientras volvíamos al coche. "Raros", dije, porque a veces la mejor manera de resumirlo todo es con una palabra simple. Ella asintió, y no hizo falta decir más. La carretera nos tragó de nuevo, como un bucle infinito, y el pueblo quedó atrás, con sus secretos y sus charcos llenos de cielo."

   El último párrafo no fue así quedo confirmada su relación, pero yo que querido darle un misticismo peculiar. Espero que tanto la foto, como su historia os haya gustado.

   Bye, bye my friends,

                                      nandoLARA