bODEGÓN dE cAMPO

Este "bodegón", que evoca la influencia de la genialidad de Andy Warhol, surgió de una fotografía tan sencilla como aparentemente ordinaria, una mera imagen de una caja de frutas. No obstante, la captura, realizada hace ya más de una década, es el fruto de la tecnología que marcó su época: el mítico Nokia 1020, aquel aparato que, por su propia naturaleza, estaba destinado a dejar su huella en un período de transición, cuando lo clásico y lo moderno se entrelazaban con una fascinante agilidad.
Esta imagen, en apariencia modesta, nació de una celebración. Fue en un encuentro amistoso en mi pueblo natal, Pozo Alcón, en la provincia de Jaén, un lugar de belleza inigualable, enclavado en las entrañas del Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas, una joya de paisajes montañosos y rincones vírgenes que hacen que mi corazón se embriague de emoción cada vez que menciono su nombre. No me resisto a rendir homenaje a este lugar, cuna de mi vida y mi memoria.
La ocasión que dio origen a esa fotografía fue una que, por su naturaleza, dejó una huella indeleble en mi existencia. A finales de 2009, un accidente casi fatal cambió mi vida, obligándome a afrontar una ardua y prolongada recuperación. Mis amigos, con la ternura que caracteriza a aquellos que se preocupan sinceramente, decidieron festejar mi restablecimiento con una comilona en plena Sierra, en un paraje conocido como "El Hoyo de los Pinos", cuya serenidad y belleza invitan a la reflexión más profunda. La comitiva se componía no solo de mis amigos, sino también de sus hijos, quienes, con su alborozo infantil, aportaban una vitalidad desbordante a la ocasión.
Entre risas y conversaciones, las viandas no tardaron en llenar la mesa: carne a la brasa, embutidos de todo tipo, patatas fritas crujientes, un revuelto de frutos secos que evoca la calidez de los días festivos, y una lechuga fresca, que en su humildad representaba la sencillez de los placeres más cotidianos. Todo ello regado con vinos de diferentes variedades, cerveza en todas sus presentaciones, refrescos y aguas que calmaban la sed, sin olvidar los destilados: whisky, ron, ginebra, que acompañaban las copiosas risas de la reunión.
En medio de aquella algarabía, con los niños correteando de un lado a otro, y mis amigos preparando las viandas con la destreza propia de aquellos que disfrutan de los pequeños placeres de la vida, me encontré ante una escena aparentemente trivial, pero llena de una singular belleza: una simple caja con frutas y tomates, productos sencillos que, en su modestia, parecían mostrar la verdadera esencia de lo que estábamos celebrando. Era una escena tan cotidiana que podría haber pasado desapercibida, pero algo en su disposición me llamó la atención. Y fue entonces cuando tomé mi móvil nuevo, con la ilusión de quien adquiere un aparato por la promesa de su cámara de fotos tan avanzada.
Me incliné sobre la caja, capturando la imagen desde un ángulo cenital, como si quisiera dar a ese objeto anodino la dignidad de una obra de arte. Sin pensarlo mucho, presioné el botón y, como por arte de magia, la foto surgió. Una foto tan sencilla, pero con una estética que, en el momento en que la vi, me recordó al estilo de Warhol, tan simple y, a la vez, tan cargada de significados ocultos.
A mí, personalmente, me gusta. Y me atrevería a decir que a ustedes también les agradará, pues a veces las bellezas más profundas se encuentran en los detalles más insospechados. Esta fotografía la imprimí en un lienzo de tamaño mediano, y el resultado es, sin duda, encantador. Si a alguien le interesa, no duden en comunicármelo en privado, y con gusto me encargaré de enviársela por un módico precio, como corresponde cuando se trata de compartir un pedazo de mi vida y de mi arte (estos temas es mejor hablarlos en privado, gracias).
Bye, bye my friends,
nandoLARA
