Cada foto tiene su... HISTORIA

Buenos días, buenas tardes o buenas noches, solo depende de ti. Hoy he publicado la portada de mi libro en Fotografías con mucha edición. Y toda foto que publico tiene su historia. Aquí la tenéis:
El arte de editar un libro (y no morir en el intento)
No recuerdo en qué momento exacto se me ocurrió la idea de hacer un libro con mis fotos y relatos. Probablemente fue un martes, porque los martes siempre se me ocurren ideas desastrosas que, por alguna razón que la ciencia aún no ha podido explicar, acaban pareciendo brillantes. En cualquier caso, ahí estaba yo, con una taza de café en una mano, el portátil en la otra y un blog lleno de relatos y fotografías como único legado cultural para la humanidad: www.nandolara.es. Y pensé: "Esto no puede quedarse en internet, tiene que ser papel, glorioso papel, ese que huele a imprenta y sabe a prestigio literario".
La idea era sencilla. Demasiado sencilla, como todas las ideas condenadas al caos: reunir algunas de mis fotografías —unas con edición mínima, otras sobredimensionadas como si Picsart fuera un alimento básico— y acompañarlas con los relatos que había escrito sobre cómo y por qué tomé cada una. Ya tenía el título: Cada foto tiene su... HISTORIA. Así, con mayúsculas dramáticas al final, como quien grita desde un acantilado.
Pero claro, tener un título y tener un libro no es lo mismo. Uno no edita un libro así como así, como quien se hace una tortilla francesa. Primero hay que escoger qué entra y qué se queda fuera. Aquí empezó la primera tragedia. Me vi ante mi archivo de fotos, que tiene más capas que una cebolla resentida, y me pregunté: "¿Cuál de todas estas imágenes merece vivir en papel?". Pasé días enteros haciendo listas, tachando, volviendo a añadir, dudando entre dos cielos nublados que, sinceramente, parecían iguales. Consulté incluso con un amigo que estudió Filosofía y ahora trabaja en logística, por si podía aportar una perspectiva transcendental. No sirvió de nada, pero me sentí menos solo.
Después vino la parte de los relatos. Revisarlos fue como releer cartas escritas en plena adolescencia: intensas, pasionales y con alguna errata que hacía sangrar los ojos. Algunos textos requerían pequeñas correcciones; otros, directamente, una reescritura completa, como si los hubiera escrito un yo alternativo con menos neuronas y más entusiasmo. Pero en el fondo, ahí estaba la magia: cada historia contaba no solo cómo tomé la foto, sino también qué me llevó a sacarla, qué viento soplaba, qué ruidos sonaban, qué absurda motivación estética me hizo subirme a una valla o esconderme detrás de un contenedor para captar la luz perfecta.
La edición digital del libro fue una experiencia espiritual. Usé un programa de maquetación que parecía diseñado por el enemigo. Nada encajaba, los márgenes se rebelaban, las fuentes se movían solas. Por momentos sentí que el libro se estaba editando a sí mismo, en un acto de conciencia artificial maligna. La imagen de la página 37 se negaba a alinearse con su relato, como si tuviera una vendetta personal. Por lo tanto en mis limitaciones intelectuales de editar formato epub, o cualquier otro formato raro de ebook, me decidí por la simpleza, pero majestuosidad del formato PDF. La portada fue otro festival de indecisión: ¿ponía una foto muy editada o una más natural? ¿Y si usaba ambas, como en una especie de yin y yang visual? ¿Y si ponía una imagen borrosa, para ser irónico? Por suerte, descarté esa última opción antes de convertirme oficialmente en un artista conceptual.
Mientras tanto, mi blog seguía allí, impasible, como un viejo amigo que te observa cometer errores sin intervenir. De hecho, volví varias veces a releer algunas entradas. Me encontré con textos que había olvidado escribir, con frases que no sabía que había pensado, con fotografías que ya no recordaba haber hecho. Fue como encontrar cartas dentro de un abrigo viejo: pequeños tesoros que uno no sabía que tenía. Y eso me dio fuerzas para seguir adelante.
Finalmente, tras semanas de edición, correcciones, discusiones internas y varias crisis existenciales menores, el libro estaba terminado. Cada foto tiene su... HISTORIA era ya una criatura completa. No perfecta, pero sí honesta: una mezcla de imágenes que hablan, textos que ilustran y un narrador que se toma con humor su falta de método.
Ahora que lo tengo entre las manos, me doy cuenta de algo importante: editar un libro no es simplemente juntar cosas. Es una especie de alquimia caótica entre el gusto, la memoria, la paciencia y un poco de locura. Y si además uno se lo pasa bien en el proceso, pues mira, eso ya es arte.
Espero que si leéis el libro os guste como su portada y su historia.
Bye, bye, my friends,
nandoLARA