Con AIRE NAZARI

Buenos días, buenas tardes o buenas noches, eso depende de vuestra lectura. Hoy he cargado una obra en la sección de Fotografías con mucha edición titulada "Con AIRE NAZARI. Esta edición la hice cuando me enteré que mi sobrina había formado un grupo musical con dos amigas. Pero como todas las ediciones que publico tiene su propia historia, os la cuento:
"A veces, la memoria no se activa por fechas ni aniversarios, sino por el timbre de una voz, el color de una tarde o el eco lejano de una canción. Así es como recuerdo a mi sobrina Lourdes —Lou para mí y para quienes tienen la fortuna de quererla—, como un susurro dulce en medio del bullicio del mundo, como una canción que uno no sabe cuándo empezó a sonar, pero que ya forma parte del alma.
Lou nació con esa luz que tienen algunas personas que no hacen ruido pero iluminan. Desde niña miraba con más atención que el resto, como si leyera lo invisible entre las grietas de las cosas. Creció sin prisa, como una flor que sabe que florecer no es una urgencia, sino un acto de fe. Y cuando llegó la edad de decidir un rumbo, de escoger entre caminos que parecían iguales, me pidió consejo. Fue una tarde común, de esas que el tiempo se lleva sin hacerle mucho caso, pero para mí tuvo la textura de lo eterno. Le dije lo único que me parecía verdadero: "Haz lo que te guste, lo que te llene por dentro, aunque no sea lo más fácil."
Lou, que siempre ha sabido escuchar, me hizo caso, aunque con ese gesto de quien no está del todo convencida de que el corazón tenga razón. Se matriculó en una carrera que —creo— se llama Grado en Educación Primaria, y poco a poco, sin estridencias, fue encontrando su lugar. No fue un camino recto, ni lleno de laureles. Trabajó durante años entre pasillos de grandes almacenes, atendiendo a desconocidos, doblando ropa, sonriendo con esa mezcla de dulzura y dignidad que tienen las personas que saben que su vida verdadera aún está por venir. Ahorraba cada moneda no solo para vivir, sino para alimentar ese sueño silencioso y sacrificado de quien se prepara para opositar, esa carrera sin medallas ni aplausos, donde solo resiste el que sabe quién es.
Y Lou resistió. Vaya si resistió. Se sentó a estudiar cuando el cuerpo pedía descanso, renunció a fiestas, veranos, domingos, y cuando nadie miraba, seguía. Por eso, cuando al fin consiguió su plaza en el sistema de la ESO, no me sorprendí: sentí la certeza de que todo había sido como debía ser. No me había equivocado con mi consejo. En el fondo, ella ya sabía qué camino era el suyo, solo necesitaba un pequeño empujón, una palabra de alguien que la viera.
Hoy Lou vive con su pareja, en una casa donde se respira futuro. Están esperando una hija que se llamará Giulia, nombre de perfume antiguo o de poema italiano, nombre de alguien que llegará al mundo con la suerte de tener por madre a una mujer luminosa. A veces pienso en esa niña por venir, y me pregunto si heredará la voz de Lou, no solo la voz con la que canta, sino la otra, la que abraza cuando habla.
Porque sí, además de todo, Lou canta. Y no canta como quien quiere aplausos, sino como quien necesita cantar para no romperse. Forma parte de un grupo llamado ARIE NAZARI, junto a dos amigas de su pueblo, Pozo Alcón. Son tres voces que se trenzan con sabor a sur, a raíces, a coplas antiguas que despiertan emociones dormidas. El grupo tiene ese toque aflamencado que a mí siempre me ha tocado alguna fibra, algo que no se puede explicar con palabras, solo con la piel. Cuando me contaron que estaban actuando, no pude evitarlo: les diseñé un cartel con todo el orgullo del mundo, como quien enmarca un recuerdo antes de que el tiempo se lo lleve.
Si alguna vez tienen la suerte de verlas en directo, háganlo. Se los digo como quien ha visto muchas cosas en la vida: pocas veces se ve tanta verdad sobre un escenario.
Lou no ha dejado de ser la misma. Es la mujer que estudió por las noches, que trabajó de pie durante horas, que creyó en sí misma incluso cuando no era fácil hacerlo. Es profesora, madre en espera, pareja, cantante, amiga. Y sobre todo, es alguien que no se rinde.
Alguien que sigue creyendo en la belleza, en el arte, en el valor de enseñar y en la música como forma de estar viva.
Y yo, que solo soy su tío, no puedo más que mirarla de lejos —sin que se dé cuenta— y sonreír con una mezcla de admiración y ternura. Porque a veces uno da un consejo sin saber que ese momento cambiará una vida. Y a veces, con un poco de suerte, la vida nos demuestra que no nos equivocamos."
Espero que os haya gustado tanto la edición que hice como la historia que la acompaña.
Bye, bye my friends,
nandoLARA