El violeta de las alcachofas con Alhaurín al fondo...

Buenos días, buenas tardes o buenas noches. Hoy he publicado en la sección de Fotografía con poca edición una fotografía en "blanco y negro" con el título "El violeta de las alcachofas con Alhaurín al fondo...". Y como cada foto que publico tiene su historia detrás y por supuesto os la voy a contar...
"El día amaneció despejado, con ese cielo azul diáfano que parece prometer sosiego. Decidimos salir temprano, mi mujer, los niños y yo, a recorrer los campos del Guadalhorce, cerca de El Peñón, una pedanía que se encuentra a un tiro de piedra de Alhaurín de la Torre. Héctor y Marta habían insistido la noche anterior; querían correr por los senderos y ver los cultivos. A mí y a mi mujer, en el fondo, nos animaba la idea de un momento de paz en medio del aire limpio y del rumor de la naturaleza.
Al dejar atrás las últimas casas de la pedanía, los campos se abrieron ante nosotros como un tapiz vasto y ordenado. Las hileras de alcachofas, en su mayoría ya recolectadas, mostraban el rigor del trabajo del campesino, un esfuerzo que parecía fundirse con la tierra misma. Había algo en esos campos que hablaba de la lucha constante del hombre por arrancarle frutos a un suelo que, aunque generoso, siempre exige sacrificio.
Héctor, en su habitual energía desbordante, corría por delante de nosotros, observando con curiosidad todo cuanto encontraba: una piedra de forma peculiar, una mariquita que trepaba por una hoja, o las marcas de ruedas en la tierra, que el pequeño imaginaba como pistas de alguna aventura misteriosa. Marta, en cambio, iba más despacio, recogiendo pequeñas flores silvestres que creían a los lados del camino. Mi mujer y yo caminábamos tranquilos, sintiendo el calor leve del sol sobre nuestras cabezas, mientras el aroma del campo —tierra húmeda, hierba fresca— lo envolvía todo.
A medida que avanzábamos, nos fuimos encontrando con algunas alcachofas que habían florecido, y entonces se reveló un espectáculo inesperado: esas flores grandes, abiertas, con sus tonos violáceos, como pinceladas caprichosas de color en medio del verde y el ocre de los campos. Héctor se detuvo para tocar una.
–¡Mira, papá! –exclamó–. ¡Parecen coronas de reyes!
Y en verdad lo parecían. Las flores, con sus pétalos alargados y ese color lila profundo, parecían ser un tributo que la naturaleza ofrecía en medio del paisaje. Marta se agachó a examinar otra y luego me miró.
–¿Sabías que eran tan bonitas, papá?
Negué con la cabeza. Nunca me había detenido a pensar en la belleza de las flores de alcachofa. Siempre las había asociado con el fruto que termina en los platos, pero ahora, al verlas así, tan vibrantes y libres, parecían hablar de algo más, algo que sólo se puede encontrar en el campo: la vida que sigue su curso más allá de nuestras preocupaciones y prisas.
Llegamos a un camino desde donde se podía ver Alhaurín de la Torre al fondo, con sus casas blancas dispersas entre árboles, brillando bajo el sol. El contraste entre los tonos apagados de los cultivos y la luminosidad del pueblo me llenó de una extraña melancolía, una mezcla de alegría y añoranza por algo que no sabía explicar.
Saqué mi el mítico NOKIA 1020, abrí la cámara, enfoque el campo de alcachofas con Alhaurín al fondo, toque el icono de captura y tomé la foto. Quería conservar ese momento, aunque sabía que ninguna imagen podría capturar lo que sentía: la quietud del campo, la risa de los niños, las flores lilas danzando suavemente al viento, y la silueta serena de mi mujer junto a mí.
Nos quedamos allí un rato, en silencio, dejando que el paisaje hablara por sí mismo. Luego, cuando el sol comenzó a descender, emprendimos el camino de vuelta. Héctor llevaba una rama que había encontrado, jugando a que era una espada, mientras Marta canturreaba una melodía que ella estaba, últimamente, practicando al piano, era muy bonita.
Me giré una última vez antes de marcharnos, viendo cómo las flores violáceas quedaban atrás, salpicando de color el vasto campo que parecía no tener fin. Y pensé que quizás, al igual que esas flores, había momentos en la vida que se abrían inesperadamente, como pequeños destellos de belleza en medio de lo cotidiano.
Cuando llegué a mi casa me senté en el sofá, cogí el NOKIA y abrí la foto. Me fascinaba tanto el violeta de las flores de alcachofa, que decidí editarla en blanco y negro manteniendo el morado de las flores..."
Espero que os haya gustado, tanto la foto como su historia.
Bye, bye my friends,
nandoLARA