Un día en las playas del Rincón

19.03.2025

   Buenos días, buenas tardes o buenas noches, eso depende de vuestra lectura. Primero os pido disculpas por llevar tanto tiempo sin publicar,  hoy he cargado una obra en la sección de Fotografías con mucha edición titulada como "Un día en las playas del Rincón" . Esta foto tiene una edición que me gusta mucho que hace que parezca una pintura. La tengo impresa en lienzo y colgada en mi dormitorio. La tengo firmada con mi firma del comienzo de hacer las ediciones de fotos que después cambié a la firma que podéis ver en mis obras anteriormente publicadas.  Como toda foto que publico tiene su propia historia, os la cuento:  

   "Era un cálido día de agosto cuando mi familia y yo nos dirigimos hacia las playas del Rincón de la Victoria. La brisa marina, fresca y salina, nos recibía con su característico susurro, mientras las olas chocaban suavemente contra la orilla. El sol se encontraba en su cenit, desplegando sus rayos dorados sobre la arena, que resplandecía como un manto de cristales rotos.

   Mi hija, Marta, con su sombrero coqueto de "ala ancha", caminaba alegremente a mi lado. El sombrero, de un tono rosado que contrastaba con la intensidad del sol, parecía un toque de distinción en el cuadro tan sencillo y natural que ofrecía la playa. Con cada paso que daba, el viento acariciaba sus rizos, y una sonrisa juguetona se dibujaba en su rostro. No podía evitar admirar lo encantadora que se veía, una niña de pocos años con una gracia innata, como si el sombrero y ella fueran una unidad indivisible, casi salida de algún retrato antiguo.

   Mis hijos, Héctor y Marta, se mostraban felices, corriendo a lo largo de la orilla, construyendo castillos de arena que la marea, curiosa e inevitable, amenazaba con deshacer a cada instante. Héctor, siempre el más inquieto, se lanzaba de cabeza al agua, mientras Marta se concentraba con una seriedad inesperada en el diseño de su castillo, cada palazo que daba parecía ser el más importante de todos. Aquella escena, tan sencilla y tan plena de la naturaleza de aquellos días de verano, se grababa en mi memoria como un cuadro que se va desvaneciendo pero nunca olvidando.

   El hambre nos llevó a hacer una parada en un restaurante griego que se encontraba en el paseo marítimo. Aquellas tabernas al estilo mediterráneo nos invitaban a descansar del calor abrasante. Nos acomodamos en una mesa que estaba a la sombra, y, mientras el mar continuaba su incesante vaivén, nos dispusimos a degustar la comida. De entre todos los platos, fue el humus el que más me deleitó. No es que los demás manjares no estuvieran bien, todo estaba en su punto. Pero el humus… Ah, el humus tenía una textura suave, casi cremosa, con un toque de aceite de oliva que lo hacía irresistible. Era como un suspiro de la tierra en mi paladar, fresco y suave como la misma brisa marina.

   Al final de la tarde, ya cuando el sol comenzaba a descender y la luz adquiría tonos más dorados y cálidos, observé una escena que me conmovió profundamente. Mi hija, con su coqueto sombrero aún puesto, estaba mirando a su madre con una expresión que solo los niños pequeños saben mostrar: esa mirada pura, llena de confianza y amor incondicional. La imagen me recordó a aquellos momentos de mi propia niñez, cuando la presencia de los padres lo era todo, el centro de nuestro pequeño mundo. Así que cogí al mítico Nokia 1200, abrí la cámara, la enfoque, apreté el boto y surgió una foto bonita, que quedó fija en la memoria de aquel día: Marta, con su sombrero de "ala ancha" rosado, mirando con dulzura a su madre, como si quisiera guardar para siempre ese momento de tranquilidad perfecta.

   Héctor, por su parte, se acercaba al final de su jornada playera con una sonrisa de satisfacción, sus pies llenos de arena, pero el brillo de los ojos aún reflejando la aventura de un niño que, por un día más, había descubierto todo un universo de posibilidades en la orilla del mar.

   Aquella tarde, sencilla pero llena de momentos que bien valían la pena, quedaría guardada en nuestros recuerdos, como todas las grandes historias de verano: con risas, sol, mar y la familia reunida, bajo el manto protector de ese sol mediterráneo que no se olvidaba nunca".

   Espero que os haya gustado tanto la foto, como su historia.

   Bye, bye my friends,

                                      nandoLARA